LA IMPORTANCIA DE VERSE Y DE SENTIRSE

El niño nace una primera vez. Después es como si naciera una segunda vez a través de un trabajo largo y laborioso para dotarse de una identidad. Para dotarse de la cara, el cuerpo, el gesto, la acción, la palabra, el pensamiento, la emoción, la imaginación y la fantasía.

En resumen, del sentimiento del ser, de la representación, del yo y del sí mismo que le son absolutamente necesarios para ser autónomo y para distinguirse de los demás individuos y de las cosas con los que convive y de cuyas interacciones extrae, poco a poco, gran parte de los materiales constructivos de su identidad personal. Para reconocerse y ser reconocido. Pero sobre todo, y esta es su meta más ambiciosa, para reconocerse en los otros y para hallar partes de sí mismo en lo otro (lo otro también como objetos y cosas de la naturaleza). Esta operación es muy delicada y compleja porque la red de las interacciones cognitivas, afectivas y sociales que los niños viven es de naturaleza cambiante y siempre incorpora las señales y las contradicciones de la costumbre, de las culturas y de las políticas, de los medios de comunicación, y de las pedagogías que se filtran a través de las experiencias familiares, escolares, extraescolares y que, de hecho, le transmiten crédito y a menudo le imponen imágenes, recursos y valores diferentes.

Este sentimiento del yo, del propio yo, que es una apropiación vital de autoestima, aprendizaje y desarrollo, también está incluido en un proceso interminable, es una dote que el niño tiene que poner en marcha cuanto antes con la ayuda y la cooperación de los adultos.

Loris  Malaguzzi.

Los  cien lenguajes de la infancia.

Alumnos de 4 años.